Ya Voltaire en su tiempo gustaba deleitarse muy a menudo en sondeos que lo movían por los entresijos de lo divino y de lo humano. Y dentro de esto último, aunque entre lo uno y lo otro haya una estrecha conexión, dedicó algunas páginas de su obra a todo lo relacionado con la fisiología, a aquellos problemas que, por acompañar diariamente a los humanos, solo podían ser resueltos en un anodino y reducido lugar llamado excusado. Realmente, el retrete siempre ha guardado un especial parecido con las salas para el cultivo del espíritu, como llamaban los orientales a sus bibliotecas. En cualquier época, ambos lugares han llegado a ser determinantes en la vida de los que han dedicado su tiempo a regir los destinos de los hombres.

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